La
globalización puede considerarse como un facilitador de la migración y el desarrollo.
A través de los progresos en la tecnología de comunicaciones y la disminución
de los gastos de viaje, la globalización ha posibilitado que los migrantes
mantengan contactos con su país de origen
Sin
embargo, para algunos la globalización parece estar acrecentando las desigualdades
en las estructuras económicas, las condiciones sociales y la estabilidad
política entre países industrializados y el resto del mundo.
En los mercados laborales
mundiales emergentes, la migración de personas altamente calificadas y de sus
familias puede tener repercusiones positivas y negativas en los países de
origen y de destino. Por una parte, los países de origen podrían beneficiar de
la transferencia de remesas y de las competencias adquiridas en el extranjero,
al tiempo que deploran la pérdida de talentos nativos. Por otra parte, los
países de destino bien pueden acoger con beneplácito la llegada de trabajadores
altamente calificados para satisfacer la creciente demanda de personal
calificado al tiempo que reconocen que el recurrir en exceso a la importación
de competencias podría desalentar la inversión en sistemas nacionales de
capacitación.
La
liberalización global del comercio y la magnitud de los flujos de capitales
repercuten directamente en las personas. Si bien la información y los flujos de
capitales pueden trascender fácilmente las fronteras, no se puede decir lo
mismo de las personas. Asimismo, las cuestiones en torno a la circulación de
personas son, de por sí mucho más complejas y multifacéticas que aquéllas que
conciernen la circulación de bienes y capitales.
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