miércoles, 8 de agosto de 2012

¿Quiénes somos? El Autoconcepto y la diferencia en si mismos

El autoconcepto es la idea que tenemos sobre nosotros mismos. Las virtudes, defectos, características importantes y valores que creemos que tenemos o de los que nos parece que carecemos, van conformando este autoconcepto. A partir del autoconcepto construimos la autoestima y, en gran parte, nuestra felicidad y bienestar. Una parte importante del autoconcepto existe porque existen los grupos en los que participamos. Cuando alguien considera que carece de ciertas habilidades o características que «debería tener para ser feliz», ¿dónde vio que debía poseerlas? Cuando una persona piensa que no es lo bastante inteligente, ¿con quién se compara para establecer esa valoración? Cuando alguien cree que «algo le sale mal», ¿por qué sabe cómo estaría bien? Cuando nos miramos en el espejo y nos vemos a nosotros mismos, nos hacemos pequeños exámenes: ¿belleza?, ¿soltura?, ¿ternura?, ¿inteligencia?, ¿honradez?, ¿poder?, ¿simpatía?, ¿carisma?, ¿atractivo?

Con respuestas a estas y otras preguntas construimos nuestro autoconcepto. Sin embargo, el lugar donde miramos suelen ser los grupos que nos rodean: la familia, los vecinos, los amigos, los compañeros. Ahí encontramos personas que se diferencian y se parecen, personas a las que imitar y a las que seguir. El valor que cada persona se da a sí misma depende en gran parte de las otras que están cerca. Una persona con una inteligencia media puede pasarlo mal entre un grupo de sabios que estudian un tema y sentirse de maravilla entre un grupo de personas semejantes a ella. El autoconcepto es la idea que tenemos sobre nosotros mismos. Las virtudes, defectos, características importantes y valores que creemos que tenemos o de los que nos parece que carecemos, van conformando este autoconcepto.

Ésa es la gran trampa del autoconcepto y su relación con el grupo. Cuando las personas que nos rodean son una referencia para nosotros y sobre todo una fuente de aprendizaje, estamos construyendo un autoconcepto propio, relacionado con nuestro grupo y que probablemente nos procurará felicidad. Sin embargo, a veces tenemos tendencia a irnos a los extremos: elegir a personas que nos superan siempre, nos puede conducir a la frustración permanente («no soy como ellos»); o elegir a otros que consideramos por debajo, nos puede llevar a un estancamiento personal («por lo menos no soy la peor»). Siempre es posible encontrar a alguien mejor o peor que nosotros en los diferentes aspectos en los que basamos nuestra autoestima. Por eso es útil para avanzar compararnos sólo con nosotros mismos. Los demás, el resto de personas que nos rodean, pueden servir como referencia, como motivación o como forma de aprender y mejorar, pero no es interesante ni saludable pensar en lo que nos ocurriría «si fuésemos como ellas».

Todos tenemos derecho a identificarnos y diferenciarnos de los demás como queramos y nos guste, siempre que respetemos la presencia y libertad de los otros. En ocasiones, la publicidad, las modas, la televisión o la familia ejercen presión para que esas señas de identidad sean unas y no otras.

Las actividades, el lenguaje, los lugares de encuentro, los símbolos o los objetos que consumimos nos sirven para identificarnos como personas individuales, pero también para identificarnos con otros que piensan, sienten o viven como nosotros. Tan terrible es «quedarse fuera» como no saber «quiénes somos».

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