sábado, 18 de agosto de 2012

Pensando en Verde


La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) propuso, en 1970, la siguiente definición de Educación Ambiental: "Es el proceso de reconocer valores y aclarar conceptos para crear habilidades y actitudes necesarias, tendientes a comprender y apreciar la relación mutua entre el hombre, su cultura y el medio biofísico circundante. La EA también incluye la práctica de tomar decisiones y formular un código de comportamiento respecto a cuestiones que conciernen a la calidad ambiental" (2008:10). Por lo tanto, la educación ambiental es un proceso continuo en el cual los individuos y la colectividad toman conciencia de su medio y adquieren los valores, las competencias y la voluntad para hacerlos capaces de actuar en la resolución de los problemas actuales y futuros del medio ambiente.


Según pasan los años, la preocupación por los temas medioambientales en los medios de comunicación, en las instituciones, en partes de la sociedad…es cada vez mayor, otorgándole a este tema algo más de su tiempo, pero no el suficiente para poner remedio a los problemas que se están generando, mostrando así su respeto por el medio ambiento. La educación medioambiental debe plantearse como un proceso de aprendizaje continuo que puede darse en diferentes contextos, por ello debe establecerse de forma multidisciplinar y completamente integrada en todos los centros educativos concediendo una formación ambiental para conocer y solucionar los problemas que nosotros mismos generamos. Todos debemos ser responsables y conscientes de nuestros actos y las consecuencias que conllevan, así como interesarnos por el futuro de nuestro planeta, sin perjudicar de este modo a próximas generaciones, adquiriendo así actitudes de mejora de las condiciones y problemas medioambientales, pero no estamos cumpliendo con nuestras obligaciones. Debemos ser conscientes de que el futuro de nuestro planeta nos corresponde a toda la sociedad, pudiendo aportar cada uno nuestro granito de arena para conservar nuestra tierra. Es necesario afrontar un cambio en las actitudes de las personas para que contribuyan de forma eficaz al mantenimiento de nuestro entorno natural, llevando a cabo una serie de comportamientos comprometidos unido al respeto y valoración del planeta.



El término desarrollo sostenible se ha hecho popular desde la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y Desarrollo (1992), aunque el concepto de sostenibilidad no es nuevo, pues ya es citado por algunos autores en 1713 en referencia al mantenimiento de los bosques como forma de evitar la deforestación por una sobreexplotación; si bien, la historia moderna del desarrollo sostenible aparece en el documento “Límites al Crecimiento” publicado en 1972 por el Club de Roma. Así, a partir de la Conferencia de Río (1992) se estableció la relación ambivalente entre desarrollo sostenible y los peligros de la agresión continua que estaba sufrieindo el Medio Ambiente por las actividades humanas y se redefinió desarrollo sostenible como “una forma de coevolución de la sociedad y la naturaleza que consiga asegurar la supervivencia y el desarrollo seguro de la civilización y la biosfera”.



Colom señala que: "el desarrollo sostenible pretende, al mismo tiempo, aunar un parámetro económico (el desarrollo) con otro de carácter más comportamental y actitudinal (el de sustantibilidad)".



El Cambio Climático, en primera instancia y a nivel conceptual, será entendido como una consecuencia atribuible al resultado de las actividades humanas. Entonces, si bien la variabilidad del clima se debe a causas naturales, el cambio climático global lo es causas humanas como claramente lo deja ver la definición que se toma de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

La comunidad internacional es consciente de los nefastos efectos del calentamiento global y por ello trata de atajarlo a través de:

La convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que compromete a los 192 estados que la han firmado a reducir las emisiones de gases efecto invernadero a niveles que no alteren el equilibrio del clima global.

Naciones Unidades también lucha contra la Desertificación, donde los 192 países se comprometen a luchar contra la desertificación y mitigar los efectos de la sequía en los países afectador por sequía grave o desertificación, particularmente en África y con este fin se pretenden adoptar medidas eficaces, apoyadas por acuerdos de cooperación y asociación internacionales, que contribuyen al desarrollo sostenible en las zonas afectadas por la desertificación y la sequía.

El Protocolo de Kyoto: tiene la misma finalidad que la Convención, pero establece objetivos concretos y jurídicamente vinculantes para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Su meta principal es alcanzar un recorte de las emisiones de gases de efecto invernadero de al menos un 5% con respecto a los niveles de 1990 en el periodo de compromiso de 2008 a 2012.

IPADE participa en las cumbres de NNUU de Cambio Climático, siguiendo el avance de las negociaciones y haciendo sobre las partes para que éstas integren en sus posicionamientos la relación entre la conservación del medio ambiente y la lucha contra la pobreza.

El Plan estratégico Decenal 2008-2018 tiene el fin de mejorar la aplicación de la Convención, en 2007 se puso en marcha “la estrategia”, que pretende abordar los principales desafíos de la Convención (mejorar las condiciones de vida de las poblaciones afectadas, mejorar las condiciones de los ecosistemas afectados…) y fomentar la implicación de los gobiernos en al lucha contra la desertificación.

miércoles, 8 de agosto de 2012

¿Quiénes somos? El Autoconcepto y la diferencia en si mismos

El autoconcepto es la idea que tenemos sobre nosotros mismos. Las virtudes, defectos, características importantes y valores que creemos que tenemos o de los que nos parece que carecemos, van conformando este autoconcepto. A partir del autoconcepto construimos la autoestima y, en gran parte, nuestra felicidad y bienestar. Una parte importante del autoconcepto existe porque existen los grupos en los que participamos. Cuando alguien considera que carece de ciertas habilidades o características que «debería tener para ser feliz», ¿dónde vio que debía poseerlas? Cuando una persona piensa que no es lo bastante inteligente, ¿con quién se compara para establecer esa valoración? Cuando alguien cree que «algo le sale mal», ¿por qué sabe cómo estaría bien? Cuando nos miramos en el espejo y nos vemos a nosotros mismos, nos hacemos pequeños exámenes: ¿belleza?, ¿soltura?, ¿ternura?, ¿inteligencia?, ¿honradez?, ¿poder?, ¿simpatía?, ¿carisma?, ¿atractivo?

Con respuestas a estas y otras preguntas construimos nuestro autoconcepto. Sin embargo, el lugar donde miramos suelen ser los grupos que nos rodean: la familia, los vecinos, los amigos, los compañeros. Ahí encontramos personas que se diferencian y se parecen, personas a las que imitar y a las que seguir. El valor que cada persona se da a sí misma depende en gran parte de las otras que están cerca. Una persona con una inteligencia media puede pasarlo mal entre un grupo de sabios que estudian un tema y sentirse de maravilla entre un grupo de personas semejantes a ella. El autoconcepto es la idea que tenemos sobre nosotros mismos. Las virtudes, defectos, características importantes y valores que creemos que tenemos o de los que nos parece que carecemos, van conformando este autoconcepto.

Ésa es la gran trampa del autoconcepto y su relación con el grupo. Cuando las personas que nos rodean son una referencia para nosotros y sobre todo una fuente de aprendizaje, estamos construyendo un autoconcepto propio, relacionado con nuestro grupo y que probablemente nos procurará felicidad. Sin embargo, a veces tenemos tendencia a irnos a los extremos: elegir a personas que nos superan siempre, nos puede conducir a la frustración permanente («no soy como ellos»); o elegir a otros que consideramos por debajo, nos puede llevar a un estancamiento personal («por lo menos no soy la peor»). Siempre es posible encontrar a alguien mejor o peor que nosotros en los diferentes aspectos en los que basamos nuestra autoestima. Por eso es útil para avanzar compararnos sólo con nosotros mismos. Los demás, el resto de personas que nos rodean, pueden servir como referencia, como motivación o como forma de aprender y mejorar, pero no es interesante ni saludable pensar en lo que nos ocurriría «si fuésemos como ellas».

Todos tenemos derecho a identificarnos y diferenciarnos de los demás como queramos y nos guste, siempre que respetemos la presencia y libertad de los otros. En ocasiones, la publicidad, las modas, la televisión o la familia ejercen presión para que esas señas de identidad sean unas y no otras.

Las actividades, el lenguaje, los lugares de encuentro, los símbolos o los objetos que consumimos nos sirven para identificarnos como personas individuales, pero también para identificarnos con otros que piensan, sienten o viven como nosotros. Tan terrible es «quedarse fuera» como no saber «quiénes somos».