El ser humano está continuamente buscando la
seguridad. La quiere conseguir en el trabajo, en la pareja, con la familia, con
el dinero… y es de lógica, ya que nuestro fin último es sobrevivir. Pero no
podemos perseguir esa seguridad pasando por encima de la voluntad de quienes
tenemos al lado.
Cuando nos preocupamos por las cosas, creemos que
así vamos a prevenir ciertas circunstancias desagradables que pueden ocurrir en
nuestras vidas y el problema de esto es que llegamos a obsesionarnos con la
seguridad, lo que repercute muy negativamente en nuestra salud emocional.
Dedicamos demasiado tiempo a pensar y a preocuparnos por cosas que solamente el
tiempo tiene la respuesta, impedimos que avancen con naturalidad, con el afán
de tenerlo todo controlado y seguro, y eso es lo que nos hace estancarnos y
obsesionarnos por un mismo tema, que realmente, quizás, no tenga tanta
importancia como la estamos dando al pensar y pensar, preocuparnos y
preocuparnos, sin un verdadero sentido, objeto del control e inseguridad en
nosotros mismos.
Hay que tener muy clara la diferencia entre
ocupación y preocupación:
-
Ocuparse es tener una actitud activa y de búsqueda de soluciones, pero
siempre teniendo claro que hay ciertas cosas que se escapan de nuestro control,
y esto va a ser así siempre, por mucho que nos preocupemos y nos pongamos
ansiosos. Positividad.
-
Preocuparse es ocuparse de antemano, es viajar con nuestra mente al
futuro (el cual ni si quiera existe, nos estamos adelantando, obsesionando, y
creando ansiedad por culpa de esa inseguridad) y además ponernos en el peor
escenario posible, lo que nos genera una ansiedad exagerada que lo único que
hace es bloquearnos.
Preocuparse no tiene utilidad ninguna, es más
bien al revés. Pero ocuparse de la parte sobre la que uno tiene control, aceptando
la incertidumbre de las cosas es un signo de madurez psicológica y genera
sosiego.
El mundo es inseguro por
naturaleza, es una de sus características. Esto no quiere decir que siempre
estemos expuestos a peligros, ni mucho menos. Pero hay que tener en cuenta que
lo realista es saber que un día tienes algo y que mañana lo puedes perder, y al
revés, hoy no tienes nada y mañana la suerte te sonríe y aparece aquello que
negativamente pensabas nunca iba a aparecer. Por eso debemos de hacer la cosa
más sencilla que pueden imaginar: disfrutar del momento que se está viviendo,
sin pre-ocuparse en el mañana.
Hay que aceptar con profundidad esta inseguridad
ya que la aceptación nos dejará fluir por el mundo.
NADA nos pertenece, nada es totalmente de nuestra
propiedad, ni una pareja, ni un trabajo, ni nuestra propia salud y ni siquiera
los hijos.
Si lo tenemos, disfrutaremos de ello lo máximo
posible, pero seremos conscientes de que el día de mañana eso de lo que gozamos
hoy puede no existir más en nuestras vidas y no nos quedará otra alternativa
que aceptarlo de la forma más alegre posible, sin crear dependencia por eso que
ahora tenemos. La emoción exagerada (demasiada preocupación, tristeza,
depresión) no nos va a ayudar a recuperarlo. Es por esto que preocuparse no
sirve de nada, pues lo que tenga que suceder, va a suceder, nos preocupemos o
no, da igual. Ni el mundo, ni la vida nos preguntarán nunca qué planes tenemos
para el fin de semana. La vida funciona así y esta es la única realidad. Lo que
tenga que ser será, a su tiempo y en su momento, porque el destino es incierto
y a veces simplemente los vientos no soplan a nuestro favor ni nuestras velas
están por la labor de izarse a pesar de nuestro empeño.
Dicen que las mejores cosas no se planean, que
simplemente suceden y que es mejor no presionar al tiempo. Porque realmente si
algo debe pasar, sucederá de todas maneras. Y si no debe hacerlo, pues no lo
hará. Es así de simple. Por eso de vez en cuando es bueno no planear ni
esperar, dejar de exigir razones por las que seguir avanzando por un camino que
no vemos muy claro y bajarnos del mundo de las expectativas y de las
programaciones.
Somos producto de nuestras
circunstancias y de nuestros deseos. Sin embargo, a veces estos resultan
incompatibles o, al menos, nos cuesta digerir las consecuencias que traen. Esto
genera preocupaciones que hacen que nos sintamos angustiados y, como se suele
decir, amargan nuestra existencia. Por eso quizás lo que debemos aprender es
que hay ciertas cosas que se escapan de nuestro control y que en muchas
ocasiones dejar que la VIDA FLUYA y aceptar cuáles son las circunstancias es la
mejor de nuestras opciones
No somos todo sonrisas,
alegrías o verdades, también somos mentiras (las que nos cuentan y las que
nos contamos), somos las críticas y las lágrimas que no lloramos.
Esto nos ayudará a no perder trenes y a no
arrepentirnos de aquello que hemos perdido por nuestra inquieta manía de marcar
los signos de puntuación de un texto. Cuando tenga que ser punto y final, que
lo sea, pero respetemos los puntos suspensivos, las comas y los puntos y
aparte.
Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte y
que es precisamente ese impulso el que te ayuda a recorrer kilómetros y
kilómetros de caminos de piedras con los pies descalzos.
No dejes que la vida pase mirando cómo se
consumen las pilas de tu reloj, no retrocedas. Dale continuidad, aprende a
relajarte, a mirar con lupa aquellos pensamientos que te dañan y a contemplar
la vida con paciencia. No intentes planear cada milímetro de tu recorrido, a
veces simplemente necesitas desenfocar tu cámara y dejarte llevar por las
casualidades.
Todo es posible en la medida
que tú creas que es posible. Lo único imposible es aquello que no intentas
¿Quieres algo? Entonces ve y
haz que pase, porque la única cosa que cae del cielo es la lluvia