Vivimos en un mundo simbólico en el que cada uno tiene
diferentes necesidades y aspiraciones y donde la palabra es necesaria para que
haya una creación de la cultura, así como para su propia transmisión, de ahí el
por qué existen las instituciones.
Partiendo de éste discurso, pensando las instituciones podemos
distinguir entre aquellas que creen posible alcanzar una armonía social y aquellas
otras que creen que el conflicto está unido constantemente a lo social y la
armonía no es posible, ya que todo lo que no se puede controlar, produce un
malestar, y esto es debido a las siguientes causas:
-
Es imposible dominar la naturaleza
-
Es imposible dominar el deterioro del cuerpo
humano
-
Es imposible regular las relaciones entre los
hombres
El progreso implanta en nuestra sociedad diversas mejoras,
las cuales a su vez conllevan una serie de malestares, creando con ello una
cadena continua de mejora-malestar inevitable, ya que todo tiene una
consecuencia y una repercusión, como por ejemplo la diversidad de transportes
existentes en nuestra sociedad actual, lo que ha llevado a un aumento notable
de la contaminación. Desde el punto de
vita de la Educación Social, el encargo social de los educadores de éstas
instituciones son las problemáticas sociales, es decir, ese nuevo malestar
social que la sociedad genera por su continua evolución y mejora, alterando con
ello el orden social establecido, el cual, el educador tiene que “controlar”,
es decir, lo que hoy en día llamamos “control social”.
Una de las funciones que tienen las instituciones es la de
regular el goce, referido como malestar. Un ejemplo de ello lo vemos en las
prisiones, donde el goce se regularía a través del castigo y la privación de
libertad. Tendrían una función civilizadora, regula el goce en el sentido de
hacerlo socialmente aceptable, pero también lo produce, lo elimina y lo fija.
Si el problema se reconoce, si se le pone un nombre, se
puede controlar, algo quizás dudoso, puesto que el simple hecho de etiquetar X
situación e identificarla de esa forma, se pudiese controlar. El etiquetar no
aporta ningún significado a los que anteceden, el problema sigue quedando en el
sujeto.
En cuanto a las Toxicomanías, vivimos en una sociedad
consumista. Una adicción no está únicamente unida a las drogas como tal, sino
la misma televisión, los videojuegos, el gimnasio…pueden crear también una
adicción y ser catalogados como tal. Tizio plantea dos formas diferentes de ver
al sujeto respecto a la sustancia (droga):
-
La droga crea al toxicómano: si se elimina la
droga, la adicción desaparecería.
-
Pone en primer plano el encuentro del sujeto con
la droga como una forma de satisfacción: la droga da sentido al sujeto por encima
de la salud y el valor social.
Analizando la droga y su adicción con el apartado anterior,
ésta sería ese goce que las instituciones deben regular, dando lugar con ello a
la etiqueta de “toxicómano”, identidad inherente por ese tiempo al sujeto. Éste
goce, cuando no está regulado, genera dolor, lo que Freud llamó “Pulsión de
muerte”, porque en éste caso la droga es destructiva para el propio sujeto. Es
aquí donde se cuestiona hasta qué punto TODO es educable, pues si así fuese,
éste tipo de situaciones no se darían gracias a una adecuada educación. Partiendo de un primer problema al que hemos
denominado “drogadicción”, pueden (y digo puede, porque una cosa no lleva a la
otra obligatoriamente) derivar en él otra serie de “malestar social”: la
delincuencia. Es aquí entonces donde existen dos problemas que las
instituciones deben regular, el goce que genera ese malestar.
Las instituciones no siempre pueden cumplir completamente el
encargo social que les ha sido otorgado, todo depende de cómo se planteen ellas
mismas ese problema. Toda forma de organización implica una exclusión, pudiendo
estar dentro, en la periferia o fuera. Hoy en día la exclusión se da dentro de
nuestro propio sistema. Pero sobre la “exclusión” ya hablaremos otro día largo
y tendido, merecido tema aparte.
Siguiendo en la línea de las instituciones, quiero hablar
sobre el “Fracaso escolar”, que tan vigente está en la sociedad de nuestros
días debido entre otras cosas a la falta de motivación de los propios alumnos y
a la escasa motivación de los mismo profesionales de la educación, quienes
deberían tener un deseo por educar, pero esto no es fácil, pues lo que importa
es cumplir el programa establecido, y punto. Otra de las principales causas de
ese fracaso escolar es la homogenización sin tener en cuentas las
particularidades de cada sujeto, transmitiendo el mismo currículo a todos,
dejando a un lado la individualización y olvidando al sujeto en particular y a
sus propias características.
Los profesionales tienen que pensar nuevos modelos
institucionales para así afrontar los nuevos fenómenos que cuestionan los
discursos, trabajando así dentro de un equipo multidisciplinar de forma conjunta
y simultánea, aportando todos aquellos conocimientos específicos que cada
profesional tiene de su propia disciplina y profesión para trabajar de forma
unida y complementaria, dando lugar a un trabajo en equipo íntegro.
En el campo de la acción social, cada vez se tiende más a
hablar de ética que de moral. Desde un punto de vista moralista se tiende a
homogenizar, mientras que desde la perspectiva ética se habla de la necesidad
de límites. Desde una posición ética, el agente de la educación fija unos
límites entre el derecho que el sujeto tiene a ser diferente y la exigencia que
le hace la sociedad de integrarse y adaptarse a las reglas sociales. Los
profesionales no deben olvidar que el sujeto siempre elige. Ésta premisa ha de
ser tenida en cuenta pero sin que el agente de la educación llegue a
identificarse con el sujeto hasta el punto de que relegue sus funciones, es
aquí entonces donde su ética debe trazar el límite.
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